En los últimos cinco años Córdoba ha recuperado tiempo en lo referido a obras de envergadura, retomando la figura de segunda ciudad a nivel nacional, en lo relacionado a obras de arquitectura. Basta con mencionar la ampliación del museo Carafa, la restauración del Palacio Ferreira hoy Museo Evita, el Faro, la nueva cede del Centro Cívico conocido popularmente como El Panal, y la Nueva Terminal de Ómnibus, entre otras.
Sin embargo y mas allá de polémica políticas, los avances arquitectónicos, no han sido acompañados de resoluciones y ejecuciones satisfactorias, que superen la estética del papel. Edificios que asemejan a grandes obras del mundo moderno, se convierten en escenarios patéticos de varias realidades añadidas, pero que en resumen muestran la carencia de habilidades profesionales para resolver un simple dibujo.
30mm de precipitaciones son alivio para el calor de la ciudad pero para la Terminal de ómnibus, es la causa de los mayores desastres y casi como ironía de la cultural cordobesa la convierten en una nueva fuente pero que no embellece sino que avergüenza.
Es en esto que no solo deben cuestionarse los “modus operandis” de la licitaciones a empresas constructoras si no también a los estudios de arquitectura, que no pueden distinguir mas allá del valor de un metro cuadrado construido; y poner valores y aptitudes profesionales en post de resolver proyectos reales y no solo ideas de grandeza sin una traducción adecuada a la realidad.
Debemos entender las herramientas con las que contamos sin que ello implique la resignación a estilos caducados u obsoletos. El entender el entorno en el cual puede desarrollarse una obra arquitectónica es la puerta para ingresar al mundo moderno de grandeza, dejando atrás las simples ideas del papel y formar arquitectura verdadera.